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domingo, 24 de marzo de 2013

Alekhine ha muerto


Ayer veintitrés  de marzo, se cumplieron sesenta y siete años de la muerte de Alejandro Alekhine. Debemos afirmar de una vez por todas, que la fecha de la muerte del campeón ruso es esta y no el día 24 o el 25, tal como consta erróneamente en numerosos textos. Aquella muerte causó especial impacto en el grupo de aficionados de Gijón, que se sentía  unido al campeón por la convivencia con Alekhine en sus visitas a la villa de Jovellanos y su participación en los torneos de verano.
Al día siguiente de recibir el telegrama de la muerte de Alekhine, D. Juan Fernández Rua (Alfil de Rey), ajedrecista y filólogo que lo había conocido y entrevistado , publicó en el diario El Comercio de Gijón el 26 de marzo de 1946 una sentida necrología que llevaba por título La voluntad de vencer

"El telégrafo nos trajo ayer la noticia escueta que ha sorprendido dolorosamente a toda la gran familia de apasionados del ajedrez: el Doctor Alekhin, el maestro de maestros al que esperábamos ver pronto defendiendo su título mundial frente a su compatriota Borvinnik, acaba de fallecer repentinamente en un hotel de Lisboa, víctima, al parecer, de un colapso del corazón. La afición gijonesa, que en los dos últimos veranos tuvo el homor de aplaudir sus éxitos, y al mismo tiempo, la tristeza de contemplar unos fracasos que eran ya un síntoma premonitorio de decadencia en sus formidables energías de luchador, tiene hoy el melancólico deber de recapitular brevemente la carrera portentosa del campeón mundial, último representate de una pléyade de maestros geniales que no ha tenido igual ni probablemente lo tendrá jamás en la historia del ajedrez.
Alexander Alesandróvich Alekhin había nacido en Moscú en octubre de 1892. Su padre muy estimado en la corte del Zar, había sido gobernador de Voronetz y miembro de la Duma. En 1909, cuando sólo tenía dieciseis años, ganó Alekhin el primer premio en el Torneo Ruso de Aficionados que se celebró al mismo tiempo que el Gran Torneo Internacional de San Petersburgo . Fué por entonces cuando ingresó en la Escuela Militar de la capital del Zar, cuyos estudios simultaneó con la carrera de Derecho, graduándose en dicha Facultad en 1914, el mismo año que alcanzó su primer triunfo de resonancia en el mundo del ajedrez, ganando el tercer premio, detrás de Lasker y Capablanca y delante de maestros tan renombrados como Tarrasch, Marshall, Niemzowich, Rubinstein y Janovsky en el Gran Torneo Internacional de Maestros celebrado en dicha capital. Poco después, la primera Guerra Mundial trajo la tragedia a su vida e impuso un prolongado paréntesis en sus actividades ajedrecísticas. Después de una odisea que no podemos detallar, reaparece en el Torneo Internacional de Triberg en 1921, donde alcanza el primer premio y comienza a trepar la escala hacia el título mundial. Dentro del mismo año gana igualmente de forma arrolladora los torneos de maestros de Budapest y La Haya, sin perder ni una sola partida. Fué en junio del año siguiente cuando visitó por primera vez nuestro pais y tuvimos el honor de verle jugar en Gijón en aquellas dos memorables sesiones del Círculo Mercantil y del Club de Regatas, que fueron la simiente de la cosecha ajedrecística de hoy. Muchos son los aficionados que recuerdan al joven arrogante y atlético, de paso elástico y mirada fulgurante que, cinco años después, había de arrebatar a Capablanca el título de campeón del mundo.
Sería interminable detallar las victorias internacionales que marcaron las etapas de su carrera frenética hacia la meta que le había soñado su ambición. Baste recordar sus grandes triunfos de París, Berna, Baden-Baden, Dresde, Birmingham y Nueva York y la hazaña pportentosa de 1927 en Buenos Aires, al derrotar al "invencible" Capablanca por 6 a 3 y 35 tablas, resultado que nadie, a pesar de sus éxitos anteriores, se hubiera atrevido a pronosticar. En agosto de 1932 partió de Paris para una gira mundial, visitando los Estados Unidos, Méjico, las Islas Haway, Japón, China, Filipinas, Insulindia, Egipto e Italia. Durante este viaje alrededor del mundo jugó en total 1320 partidas, ganando 1161 por 65 perdidas y 94 tablas, entre ellas las de la famosa sesión de Chicago, en que jugó 32 simultáneas sin ver los tableros, cifra jamás alcanzada hasta entonces por ningún campeón. La simple enumeración de sus triunfos en torneos posteriores sería bastante para llenar mucho más espacio del que podemos disponer.
En cuanto a su decadencia, cuyas causas remotas desconocemos (y en las inmediatas no podemos ni queremos entrar) arranca en realidad de su primer match con Euwe en 1935, en que perdió - si bien solo por dos años - el cetro de ajedrez mundial. Lo recuperó frente al mismo adversario en el memorable encuentro revancha de 1937, en que demostró cómo una mengua de facultades, que era un reflejo de sus primeros trastornos de salud, puede compensarse con creces con la indomable voluntad de vencer. Porque por encima de su genio inventivo, de su fantasía creadora y de su portentoso talento analítico, Alexander Alekhin era, sobre todo esto: una voluntad sobrehumana puesta al servicio de un orgullo que, en fuerza de ser grande, tocaba en la sublimidad. Aun en los años últimos, en que sentía derrumbarse su salud, sus ojos de águila real tenían todavía un reflejo de los de aquel joven magnético y sediento de gloria que una mañana de junio de 1922 fuimos a recibir a la estación del Norte de Gijón. Y hace solo unas semanas, había aceptado la propuesta del match contra Botvinnik con la misma arrogante resolución que si hubiera olvidado sus penosos forcejeos recientes frente a aficionados de segunda fila; como si, llegado el momento, pudiera volver a ser el candidato ilusionado y pletórico de facultades que era en 1926. Y es que el admirado maestro que acabamos de perder era el arquetipo de todo lo que el ajedrez encierra de más educativo y más alentador: la bendita ilusión de que siempre es posible volver a empezar."
ALFIL DE REY

1 comentario:

Ajedrez Utea dijo...

Sin duda uno de los grandes del ajedrez.
Mates famosos