Páginas

domingo, 23 de diciembre de 2018

Vicente González Orejas

De izquierda a derecha: Vicente González, Miguel Mampel, Luis Gallego, Antonio Medina, Alexander Alekhine, Arturo Bonet, Antonio Rico, José Salas, y  apoyado en la mesa Arturo Pomar. Fotografía tomada durante el Torneo Internacional de Gijón de 1944, del libro de Juan Fernández Rúa Torneo Internacional de Ajedrez (Madrid 1945). 


Vicente González Orejas nació en Cármenes, León el 13 de abril de 1897 y murió en Gijón el 4 de junio de 1971. Fue un extraordinario ajedrecista que desarrolló su carrera en Asturias. Fue subcampeón de Asturias en 1957 y tercero en 1945 y 1961. También participó en los torneos de Gijón en 1944, 1946 y 1948. La Federación Nacional de Ajedrez le otorgó la Mención al Mérito de Ajedrez por su larga carrera como jugador de ajedrez. Pablo Morán le hizo un bonito homenaje en su necrológica del periódico Voluntad (5-junio-1971). Entre otras cosas dice:

“Vicente no logró grandes triunfos en torneos porque no le interesaban. Jamás miró el cuadro de clasificación. Le importaba la partida del día, sólo esa, y así derrotó a los mejores de España, sin excluir a ninguno de los de su época.”

En el Torneo Internacional de Gijón de 1944 tuvo a Alekhine contra las cuerdas. Veamos la partida publicada en nuestro libro Torneos Internacionales de Ajedrez de Gijón (1944_1965) :

Vicente Gonzalez Orejas - Alexander Alekhine
Defensa Siciliana [B45]
Gijón 17.07.1944

1.e4 c5 2.Nf3 e6 3.d4 cxd4 4.Nxd4 Nf6 5.Nc3 Nc6 6.Be3 Bb4 7.Bd3 d5! 8.Nxc6! bxc6 9.e5? d4 10.exf6 dxc3 11.0–0 cxb2 12.fxg7! Rg8 13.Rb1 Rxg7 14.Rxb2 Qd5 15.g3 a5 16.c4 Qe5 17.Rb1 Bd7 18.Qf3 Rc8 19.Bh6 Rg8 20.Bf4 Qg7 21.Qh5 Ke7 22.c5! Qf6 23.Be5 Qg5 24.Bd6+ Kf6 25.Qf3+ Kg7 26.h4 Qd8 27.Qh5 h6 28.Be5+ Kf8 29.Qxh6+ Ke8 30.Qh7? 30...Rf8 31.Bd6 Qf6! 32.Bxf8 Kxf8 33.Rfc1 Rd8 34.Rc4 e5 35.f4? Be6 36.fxe5 Qxe5 37.Qh6+? Ke8! 38.Qf4 Qxf4 39.Rxf4 Rxd3 40.Rfxb4  axb4 41.Kf2 Bd5 42.Rxb4 Rf3+ 43.Ke2 Rxg3 0–1

domingo, 28 de enero de 2018

Cuento de Ajedrez nº 1



El Expreso de Letonia
 

(por Luis Méndez Castedo)


En la ventana del vagón se reflejaba el rostro de un hombre joven que intentaba discernir alguna característica del oscuro paisaje que desfilaba al paso del expreso nocturno entre Riga y Moscú. Sobre la mesita plegable del compartimento un ajedrez mostraba una compleja posición fruto de la lectura del contenido de una planilla colocada a su lado, procedente del reciente torneo de maestros celebrado en la capital letona.  El viajero era sin duda un jugador de ajedrez, un gran maestro que en la monotonía del traqueteo del tren deslizaba sus pensamientos hacia las circunstancias que le habían impulsado a jugar a este juego de reyes que hasta el momento le había traído grandes satisfacciones. Por supuesto no había sido menor la influencia del defecto físico que le había acompañado toda su vida, aquella mano con tres dedos que había condicionado muchas de sus actividades en la infancia, entre ellas la de dedicarse mucho más tiempo a los juegos de tablero que a las actividades al aire libre. Aquella mano que le daba un toque de misterio ante sus compañeros de escuela.

Cuando comenzó a destacar en el ajedrez con fuerza, todo se aclaró más, su vecino el rabino Zacarías, experto en cábala, le comentó la peculiaridad de que tuviese sólo ocho dedos en las manos, que este número estaba lleno de magia y no era casualidad que el juego del ajedrez estuviese lleno de múltiplos de ocho, como el número de treinta y dos piezas con las que se juega, o los sesenta y cuatro escaques del tablero, cuadrado exacto de ocho. Este número ejercería muy buena influencia sobre él y le haría un jugador fuerte y respetado por todos. Así había sido, en pocos días iba a ser nombrado retador del campeón del mundo de ajedrez y no podía impedir una sensación de autocomplacencia.

En ese instante un compañero de viaje entró en el compartimento y barrió con su presencia los pensamientos de nuestro maestro de ajedrez. Pronto se reconocieron como iguales, ambos eran judíos. Por una parte MIjail Tal, gran maestro de ajedrez y por otra Salomón Monestel, judío ortodoxo de origen sefardita residente en una perdida aldea letona, comerciante especialista en metales nobles.

La proximidad y la conversación pronto se centraron en el tablero de ajedrez sobre la mesa, de allí a iniciarse una partida no hubo de mediar nada.  Tal inició el juego con las blancas mientras su compañero de tren le contaba la historia de su familia con todo tipo de detalles. La partida siguió variados derroteros, pero cuando Salomón narraba los orígenes de sus ancestros en Ribadavia, Tal perdió el enroque. Una hora después, en el instante en que el sefardita explicaba el viaje de huida de sus tatarabuelos en barco desde Gijón a los puertos  hanseáticos, Tal vio desaparecer un alfil y tres peones de su flanco de dama. Bien entrada la madrugada y en el instante en que Salomón describía el viaje de sus abuelos atravesando Europa para instalarse en Riga, Tal perdió la dama. Cuando de mañana el tren expreso hacía su entrada en la estación de Moscú y Salomón terminaba su relato aclarando el modo en que se ganaba la vida, Tal recibió mate en el escaque h1.

El mago de Riga no salía de su asombro ya que se había empleado a fondo en sus jugadas, recogió el tablero con calma y felicitó a Salomón por su excelente juego. El sefardita, con una mirada llena de sinceridad le contó que no dedicaba mucho tiempo al ajedrez ya que sus lecturas del Talmud y el estudio de la cábala le llenaban todo el día, y mientras decía esto y a modo de despedida  tendió su mano derecha al gran maestro para un apretón final, una mano en la que Mijail Tal pudo ver con asombro que solo había tres dedos.
P.D. La partida llamada “El expreso de Letonia” nunca se pudo encontrar.